Los
japoneses, agricultores y pescadores de hábitos vegetarianos,
casi siempre se alimentaron con verduras, hervidas y fermentadas,
a la vez que con abundante pescado. Los brotes de soja, base de
numerosos platos, aportan las indispensables proteínas
cuando el pescado y los otros frutos de mar escasean. Algunos
platos, como por ejemplo el buey sukyaki, el cerdo tonkatsu
o bien el pollo tyriyaki; que hoy se consideran expresiones
típicas de la cocina japonesa, en realidad se remontan
a un pasado reciente de influencia portuguesa. Más nuevo
aún es el "arroz al curry" y otros "regalos"
de Occidente y de Oriente que la cocina diaria de los japoneses
ha adoptado.
De
China llegaron los palillos y la salsa de soya y, en el siglo
XIII apareció el budismo Zen, religión basada en
una estricta cocina vegetariana y que prevaleció más
o menos hasta los siglos XIX y XX cuando la influencia de Occidente
en general, y de Francia en particular, dio popularidad a los
platos de carne y pescado. De Portugal en el siglo XVII, llegaron,
a parte de los mencionados, los fritos y buñuelos, que
los japoneses adoptaron, lo que dio origen al tempura.
Todos
aquellos que prueban el verdadero tempura alaban su suavidad.
Es la fritura a la manera japonesa. El nombre deriva de tempora,
nombre que los nipones oían pronunciar a los navegantes
portugueses, los únicos europeos con los que tenían
cierto trato en los siglos pasados. La vieja receta de los marineros
portugueses se ha convertido en un plato en verdad refinado que
transforma gambas y verduras, cortadas con minucia oriental, en
deliciosos buñuelos. El hecho de que la preparación
sea de las más livianas, aun siendo un frito, se debe al
empleo de aceites muy refinados y a la perfección con la
que se amalgama la pasta. También la salsa, bien equilibrada
entre lo agrio y lo dulce, es agradable aun para los estómagos
delicados.
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